El río con voz: Ulla y el futuro de la democracia ecológica

[Señales Sapiens]

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Cuando la naturaleza habla, el caso del Ulla es un proyecto con impacto a la vez que una revolución tranquila que se está gestando, ejemplo de cómo este río gallego, ancestral y vital, ha sido el centro de un proceso participativo inédito en España.

El río Ulla, que serpentea Galicia desde lo más profundo de sus montes hasta fundirse con la ría de Arousa, se ha unido al pequeño pero creciente grupo de ríos del mundo que reclaman algo revolucionario: derechos propios. Al igual que el Mar Menor, que en 2023 fue reconocido como sujeto jurídico con derechos, el Ulla podría ser el siguiente en alzar su voz, no solo como símbolo natural, sino como agente político y legal.

Lo que parece una utopía comienza a perfilarse como una corriente real de transformación. El proceso participativo que se está desarrollando en torno al río Ulla va más allá del activismo ambiental clásico. Es una forma innovadora y profundamente democrática de reconstruir la relación entre humanos y naturaleza. Vecinos y vecinas, en un ejercicio colectivo de imaginación política y ecológica, han soñado el río del futuro, proponiendo derechos concretos para el agua —como el de fluir libremente, el de no ser contaminada, el derecho de la biodiversidad— así como deberes humanos de cuidado, respeto y responsabilidad.

Una democracia afectiva y efectiva

Este tipo de procesos son raros, pero profundamente necesarios. Como bien define el escritor Manuel Rivas, se trata de una “democracia efectiva y afectiva”: una nueva forma de organización social que no solo legisla, sino que también siente. La gobernanza del futuro no puede basarse únicamente en números y normativas; debe incluir relatos, memorias, vínculos y afectos.

Y si el Ulla tuviera personalidad jurídica, ¿quién hablaría por él? ¿Cómo se tomarían decisiones que le afectan directamente? Aquí es donde entra la innovación más audaz: imaginar un Parlamento del Río. Inspirado en modelos pioneros como el del río Whanganui en Nueva Zelanda o el Ganges en India, podría haber un órgano de gobernanza mixto donde científicos, vecinos, juristas y representantes simbólicos del río tomaran decisiones en su nombre.

Escenarios futuros: naturaleza ciudadana

Y con ello, los escenarios que se plantean son tan innovadores como urgentes. ¿Y si existiera un Parlamento del Ulla, donde científicos, juristas, comunidades locales y representantes simbólicos del río deliberaran sobre su gestión?
Pues en un escenario no tan lejano, la ría de Arousa podría tener su propio sistema de gobernanza ecológica, con un estatuto de derechos y deberes para todos los elementos naturales que la componen. Las decisiones urbanísticas o pesqueras, por ejemplo, tendrían que pasar por la aprobación de un “Consejo de la Naturaleza”, con representación legal del agua, los peces, los humedales y los mariscadores.
Este modelo, que puede parecer utópico, ya se ensaya en otros lugares del mundo, no es solo ambientalismo, es una transformación del contrato social. Un paso hacia lo que algunos teóricos llaman post-anthropocentrismo jurídico: dejar de pensar que solo los humanos importan en el diseño de leyes y políticas.

Raíces profundas para una esperanza compartida

El carácter ancestral de esta propuesta es innegable. En Galicia, donde los ríos han sido considerados caminos de vida, de memoria y de espiritualidad, devolverles voz política es también un acto de justicia histórica. No es casual que sea en esta tierra donde florecen este tipo de ideas: el respeto por la tierra, el agua y los ciclos naturales forma parte del ADN cultural.

Pero lo más importante no es la teoría ni la innovación legal. Lo que está ocurriendo en torno al Ulla es, sobre todo, una esperanza colectiva real. Una semilla de futuro sembrada desde abajo, con participación vecinal, con debates comunitarios, con imaginación cívica. Una esperanza que no se limita a esperar, sino que actúa, decide y transforma.